Por Susana Prieto

Este artículo es parte de nuestra serie de historias de Generation Wild para dar un vistazo interno al trabajo que se está realizando en las comunidades de Generation Wild, directamente desde las perspectivas de las personas apasionadas involucradas.

Susana es la naturalista bilingüe de la ciudad de Westminster, socio de la coalición Generation Wild Westy Power-PODER. Estudió biología en la universidad y trabajó en investigación hasta que un trabajo temporal hace seis años la enamoró de la educación ambiental. Desde entonces, Susana ha continuado por ese camino y recientemente pasó el verano coordinando la academia de guardaparques juveniles de Standley Lake.

Llegué a un nuevo país, a un nuevo trabajo, todo en una misma semana. Pánico, nervios, dudas sobre si era la persona adecuada para este trabajo. Rápidamente el equipo en Standley Lake me hizo sentir como en casa: el día de nuestro primer programa, a los pocos minutos de haber comenzado, recordé por qué hago lo que hago y por qué me apasiona hacerlo.

Susana y Jr Rangers cazando sapos. Foto cortesía de la ciudad de Westminster
Susana y los guardaparques juveniles a la caza del sapo. Foto cortesía de la ciudad de Westminster

En el primer encuentro de la Academia de Guardaparques fuimos a un campo a buscar renacuajos y ranas. En el camino hacia el estanque, Lilly, de 6 años, se agachó hasta el suelo y tomó un pequeño insecto entre sus manos. Me dijo que no quería que lo lastimaran, así que lo movió al lado del camino. ¿Cómo sería el mundo si todos nos cuidáramos como Lilly cuida de este pequeño insecto?

Más tarde esa mañana, Jess tenía lágrimas en los ojos cuando se enteró de que conoceríamos a Betty, la serpiente toro de Standley Lake. Estaba muy asustada y me dijo que no quería ni verla. Sin embargo, cuando Betty estuvo frente a ella, inmediatamente preguntó si podía acariciarla. ¿Qué pasa si todos abrimos nuestro corazón así antes de juzgar a alguien sin llegar a conocerlo?

En nuestro segundo encuentro, tuvimos la oportunidad de visitar Butterfly Pavilion (la Casa de las Mariposas), donde nos maravillamos con los increíbles insectos y los sorprendentes colores de las mariposas. Allí, Brooklyn, de 7 años, notó que una mariposa tenía una etiqueta en su ala. Le expliqué que los científicos usaban estas etiquetas para saber más sobre las mariposas que tenían allí. Desde ese momento, Brooklyn se concentró en encontrar todas las que pudiera para poner su información en la página web. ¿Cuánto conoceríamos si todos nos volviéramos ciudadanos científicos como ella?

Para el siguiente encuentro pasamos un agradable rato en Standley Lake haciendo artesanías y aprendiendo sobre polinizadores. Acá jugamos a ser abejas, los niños corrieron a las flores para colectar miel y polen; al volver a la colmena, debían bailar para indicarle a los demás donde está la comida (como lo hacen las abejas). Todos lo hicieron de una forma diferente. ¡Qué tan feliz seríamos si todos bailáramos sin importar lo que piensen los demás!

Un participante de la Academia Jr Ranger en busca de bichos de agua. Foto cortesía de la ciudad de Westminster
Un participante de la Academia Guardeparques Juveniles en busca de bichos de agua. Foto cortesía de la ciudad de Westminster.

En el programa sobre la conservación del agua caminamos hasta un pequeño arroyo para buscar insectos acuáticos. Aunque yo soy bióloga y quiero creer que amo a todos los seres vivos, no puedo negar que algunos de ellos son para mí material de pesadillas. Ninguno de los 12 niños que exploraron en el agua y debajo de las piedras encontró nada malo en los curiosos insectos que aparecieron. Ninguno tuvo miedo o asco; nadie expresó siquiera que le parecían feos. ¿Por qué será que al volvernos mayores nos resulta más fácil encontrar fealdad que belleza?

Mientras que esperamos que su mamá los recogiera, Ian, Caroline y Jude, en vez de quejarse de lo aburrido que es esperar, decidieron investigar que vivía debajo de las piedras en el parqueadero de la biblioteca. ¿Se imaginan que tan enriquecedoras serian nuestras conversaciones si en nuestro tiempo libre miráramos debajo de las rocas y no a nuestros celulares?

GOCO me dio la oportunidad de conocer nuevos ecosistemas, sorprenderme con nuevas plantas y ¡ver animales que solo conocía en libros! Pero lo mejor de estos últimos dos meses fue la posibilidad de salir de mi zona de confort, interactuar con gente diferente y sobre todo recordar todo lo que pueden enseñarnos los niños. 

Estoy absolutamente convencida de que, si todos nos relacionamos de una manera más amable y amorosa con el ambiente, cuidar el planeta y unos a otros sería naturalmente fácil.